domingo, 7 de agosto de 2011

De mujeres de ojos grandes.

De Mujeres de ojos grandes
Un cuento de Angeles Mastretta


La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo Había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: "Este hombre se cree Dios". Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo.
Era tan sabia que ningún hombre quería meterse con ella, por más que tuviera los ojos de miel y una boca brillante, por más que su cuerpo acariciara la imaginación despertando las ganas de mirarlo desnudo, por más que fuera hermosa como la virgen del Rosario. Daba temor quererla porque algo había en su inteligencia que sugería siempre un desprecio por el sexo opuesto y sus confusiones.
Pero aquel hombre que no sabía nada de ella y sus libros, se le acercó como a cualquiera. Entonces la tía Daniela lo dotó de una inteligencia deslumbrante, una virtud de ángel y un talento de artista. Su cabeza lo miró de tantos modos que en doce días creyó conocer a cien hombres.
Lo quiso convencida de que Dios puede andar entre mortales, entregada hasta las uñas a los deseos y las ocurrencias de un tipo que nunca llegó para quedarse y jamás entendió uno solo de todos los poemas que Daniela quiso leerle para explicar su amor.
Un día, así como había llegado, se fue sin despedir siquiera. Y no hubo entonces en la redonda inteligencia de la tía Daniela un solo atisbo de entender qué había pasado.
Hipnotizada por un dolor sin nombre ni destino se volvió la más tonta de las tontas. Perderlo fue una larga pena como el insomnio, una vejez de siglos, el infierno.
Por unos días de luz, por un indicio, por los ojos de hierro y súplica que le prestó una noche, la tía Daniela enterró las ganas de estar viva y fue perdiendo el brillo de la piel, la fuerza de las piernas, la intensidad de la frente y las entrañas.
Se quedó casi ciega en tres meses, una joroba le creció en la espalda, y algo le sucedió a su termostato que a pesar de andar hasta en el rayo del sol con abrigo y calcetines, tiritaba de frío como si viviera en el centro mismo del invierno. La sacaban al aire como a un canario. Cerca le ponían fruta y galletas para que picoteara, pero su madre se llevaba las cosas intactas mientras ella seguía muda a pesar de los esfuerzos que todo el mundo hacía por distraerla.
Al principio la invitaban a la calle para ver si mirando las palomas o viendo ir y venir a la gente, algo de ella volvía a dar muestras de apego a la vida. Trataron todo. Su madre se la llevó de viaje a España y la hizo entrar y salir de todos los tablados sevillanos sin obtener de ella más que una lágrima la noche que el cantador estuvo alegre. A la mañana siguiente le puso un telegrama a su marido diciendo: "Empieza a mejorar, ha llorado un segundo". Se había vuelto un árbol seco, iba para donde la llevaran y en cuanto podía se dejaba caer en la cama como si hubiera trabajado veinticuatro horas recogiendo algodón. Por fin las fuerzas no le alcanzaron más que para echarse en una silla y decirle a su madre: "Te lo ruego, vámonos a casa".
Cuando volvieron, la tía Daniela apenas podía caminar y desde entonces no quiso levantarse. Tampoco quería bañarse, ni peinarse, ni hacer pipí. Una mañana no pudo siquiera abrir los ojos.
-¡Está muerta! - oyó decir a su alrededor y no encontró las fuerzas para negarlo.
Alguien le sugirió a su madre que ese comportamiento era un chantaje, un modo de vengarse en los otros, una pose de niña consentida que si de repente perdiera la tranquilidad de la casa y la comida segura, se las arreglaría para mejorar de un día para el otro. Su madre hizo el esfuerzo de abandonarla en el quicio de la puerta de la Catedral.
La dejaron ahí una noche con la esperanza de verla regresar al día siguiente, hambrienta y furiosa, como había sido alguna vez. A la tercera noche la recogieron de la puerta de la Catedral con pulmonía y la llevaron al hospital entre lágrimas de toda la familia.
Ahí fue a visitarla su amiga Elidé, una joven de piel brillante que hablaba sin tregua y que decía saber las curas del mal de amores. Pidió que la dejaran hacerse cargo del alma y del estómago de aquella náufraga. Era una creatura alegre y ávida. La oyeron opinar. Según ella el error en el tratamiento de su inteligente amiga estaba en los consejos de que olvidara. Olvidar era un asunto imposible. Lo que había que hacer era encauzarle los recuerdos, para que no la mataran, para que la obligaran a seguir viva.
Los padres oyeron hablar a la muchacha con la misma indiferencia que ya les provocaba cualquier intento de curar a su hija. Daban por hecho que no serviría de nada y sin embargo lo autorizaban como si no hubieran perdido la esperanza que ya habían perdido.
Las pusieron a dormir en el mismo cuarto. Siempre que alguien pasaba frente a la puerta oía a la incansable voz de Elidé hablando del asunto con la misma obstinación con que un médico vigila a un moribundo. No se callaba. No le daba tregua. Un día y otro, una semana y otra.
-¿Cómo dices que eran sus manos? - preguntaba. Si la tía Daniela no le contestaba, Elidé volvía por otro lado.
-¿Tenía los ojos verdes? ¿Cafés? ¿Grandes?
-Chicos - le contestó la tía Daniela hablando por primera vez en treinta días.
-¿Chicos y turbios?- preguntó la tía Elidé.
- Chicos y fieros - contestó la tía Daniela y volvió a callarse otro mes.
- Seguro que era Leo. Así son los de Leo - decía su amiga sacando un libro de horóscopos para leerle. Decía todos los horrores que pueden caber en un Leo. - De remate, son mentirosos. Pero no tienes que dejarte, tú eres de Tauro. Son fuertes las mujeres de Tauro.
- Mentiras sí que dijo - le contestó Daniela una tarde.
-¿Cuáles? No se te vayan a olvidar. Porque el mundo no es tan grande como para que no demos con él, y entonces le vas a recordar sus palabras. Una por una, las que oíste y las que te hizo decir.
-No quiero humillarme.
-El humillado va a ser él. Si no todo es tan fácil como sembrar palabras y largarse.
-Me iluminaron -defendió la tía Daniela.
- Se te nota iluminada - decía su amiga cuando llegaban a puntos así.
Al tercer mes de hablar y hablar la hizo comer como Dios manda. Ni siquiera se dio cuenta cómo fue. La llevó a una caminata por el jardín. Cargaba una cesta con fruta, queso, pan, mantequilla y té. Extendió un mantel sobre el pasto, sacó las cosas y siguió hablando mientras empezaba a comer sin ofrecerle.
- Le gustaban las uvas - dijo la enferma.
- Entiendo que lo extrañes.
Sí - dijo la enferma acercándose un racimo de uvas -. Besaba regio. Y tenía suave la piel de los hombros y la cintura.
-¿Cómo tenía? Ya sabes - dijo la amiga como si supiera siempre lo que la torturaba.
- No te lo voy a decir - contestó riéndose por primera vez en meses. Luego comió queso y té, pan y mantequilla.
- ¿Rico? - le preguntó Elidé.
- Sí - le contestó la enferma empezando a ser ella.
Una noche bajaron a cenar. La tía Daniela con un vestido nuevo y el pelo brillante y limpio, libre por fin de la trenza polvorosa que no se había peinado en mucho tiempo.
Veinte días después ella y su amiga habían repasado los recuerdos de arriba para abajo hasta convertirlos en trivia. Todo lo que había tratado de olvidar la tía Daniela forzándose a no pensarlo, se le volvió indigno de recuerdo después de repetirlo muchas veces. Castigó su buen juicio oyéndose contar una tras otra las ciento veinte mil tonterías que la había hecho feliz y desgraciada.
- Ya no quiero ni vengarme - le dijo una mañana a Elidé -. Estoy aburridísima del tema.
- ¿Cómo? No te pongas inteligente - dijo Elidé-. Éste ha sido todo el tiempo un asunto de razón menguada. ¿Lo vas convertir en algo lúcido? No lo eches a perder. Nos falta lo mejor. Nos falta buscar al hombre en Europa y África, en Sudamérica y la India, nos falta
encontrarlo y hacer un escándalo que justifique nuestros viajes. Nos falta conocer la galería Pitti, ver Florencia, enamorarnos en Venecia, echar una moneda en la fuente de Trevi. ¿Nos vamos a perseguir a ese hombre que te enamoró como a una imbécil y luego se fue?
Habían planeado viajar por el mundo en busca del culpable y eso de que la venganza ya no fuera trascendente en la cura de su amiga tenía devastada a Elidé. Iban a perderse la India y Marruecos, Bolivia y el Congo, Viena y sobre todo Italia. Nunca pensó que podría convertirla en un ser racional después de haberla visto paralizada y casi loca hacía cuatro meses.
- Tenemos que ir a buscarlo. No te vuelvas inteligente antes de tiempo - le decía.
- Llegó ayer - le contestó la tía Daniela un mediodía.
- ¿Cómo sabes?
- Lo vi. Tocó en el balcón como antes.
- ¿Y qué sentiste?
- Nada.
-¿Y qué te dijo?
- Todo.
- ¿Y qué le contestaste?
- Cerré.
-¿Y ahora? - preguntó la terapista.
- Ahora sí nos vamos a Italia: los ausentes siempre se equivocan.
Y se fueron a Italia por la voz del Dante: "Piovverà dentro a l'alta fantasía."

lunes, 1 de agosto de 2011

Benedetti en la voz de Ismael Serrano.



Que bien nos haría hacer un poco de silencio y comenzar a escuchar...

Aquí agrego de paso la letra de una canción de I. Serrano que me pareció ideal compartir con este video.

Si se callase el ruido

No te dejará dormir este estrépito infinito
que intenta llenar los días de tinieblas y enemigos.
Una estruendosa jauría se empeña en hacer callar
las preguntas, los matices, el murmullo de ojalás.

Ruido de patriotas que se envuelven en banderas,

confunden la patria con la sordidez de sus cavernas.
Ruido de conversos que, caídos del caballo,
siembran su rencor perseguidos por sus pecados.

Si se callase el ruido

oirías la lluvia caer
limpiando la ciudad de espectros,
te oiría hablar en sueños
y abriría las ventanas.
Si se callase el ruido
quizá podríamos hablar
y soplar sobre las heridas,
quizás entenderías
que nos queda la esperanza.

Ruido de iluminados, gritan desde sus hogueras

que trae el fin del mundo la luz de la diferencia.
Ruido de inquisidores, nos hablan de libertades
agrietando con sus gritos su barniz de tolerantes.

Nunca pisa la batalla tanto ruido de guerreros,

traen de sus almenas la paz de los cementerios.
Háblame de tus abrazos, de nuestro amor imperfecto,
de la luz de tu utopía, que tu voz tape este estruendo.-

Las mejores citas de Groucho Marx.

Debo confesar que nací a una edad muy temprana.
Estos son mis principios. Si a usted no le gustan, tengo otros.
Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cinco años!
La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.
Lo malo del amor es que muchos lo confunden con la gastritis y, cuando se han curado de la indisposición, se encuentran con que se han casado.
Nunca entraría en un club que admitiera como socio a un tipo como yo.
No puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo.
Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Y si responde "sí ", entonces sabes que está corrupto.
Disculpen si les llamo caballeros, pero es que no los conozco muy bien.
Nunca olvido una cara, pero en su caso haré una excepción.
¿Pagar la cuenta?... ¡Qué costumbre tan absurda! (El Hotel de los Líos)
Nunca voy a ver películas donde el pecho del héroe es mayor que el de la heroína.
Me casé por el juzgado. Debería haber pedido un jurado.
Partiendo de la nada alcance las más altas cimas de la miseria.
Es usted la mujer más bella que he visto en mi vida... lo cual no dice mucho en mi favor. (El Conflicto de los Marx)
Hasta luego cariño... ¡Caramba!, la cuenta de la cena es carísima... ¡Es un escándalo!... ¡Yo que tú no la pagaría! (Una Noche en la Ópera)
Estaba con esa mujer porque me recuerda a tí ... sus ojos, su cara, su risa...De hecho, me recuerda a tí más que tú. (Una Noche en la Ópera)
Señorita... envíe un ramo de rosas rojas y escriba "Te quiero" al dorso de la cuenta. (Un Día en las Carreras)
La política no hace extraños compañeros de cama. El matrimonio sí.
El verdadero amor sólo se presenta una vez en la vida... y luego ya no hay quien se lo quite de encima. (El Hotel de los Líos)
No piense mal de mí, señorita. Mi interés por usted es puramente sexual.
Está loca por mí. ¡Qué mujer no lo está! Yo sé que va usted a preguntarme cuál es mi secreto... ¡Voto al diablo que sois osado! El secreto es no darles a entender que se las quiere. No ir nunca tras ellas. Que ellas vayan detrás de ti. Hay que avivar el cariño del amor con el abanico de la indiferencia... (Los Hermanos Marx en el Oeste)
Oh! Nunca podré olvidar el día que me casé con aquella mujer... Me tiraron pildoras vitamínicas en vez de arroz.
¿Quiere usted casarse conmigo? ¿Es usted rica? Conteste primero a la segunda pregunta.
- ¿Por qué y cómo ha llegado usted a tener veinte hijos en su matrimonio? - Amo a mi marido. - A mí también me gusta mucho mi puro, pero de vez en cuando me lo saco de la boca. (Programa de TV You Bet Your Life)
M. Dumont: Dime Wolfie, cariño, ¿tendremos una casa maravillosa? Groucho: Por supuesto, ¿no estarás pensando en mudarte, verdad? M. Dumont: No, pero temo que cuando llevemos un tiempo casados, una hermosa joven aparezca en tu vida y te olvides de mí. Groucho: No seas tonta, te escribiré dos veces por semana.
- ¿Me lavaría un par de calcetines? (...) Es mi forma de decirle que la amo, nada más.
Cásate conmigo y nunca más miraré a otro caballo. (Un Día en las Carreras)
¿A quién va usted a creer, a mí o a sus ojos?
¡Hasta un niño de cinco años sería capaz de entender esto!... Rápido, busque a un niño de cinco años. (Sopa de Ganso)
Él puede parecer un idiota y actuar como un idiota, pero no se deje usted engañar, es realmente un idiota.
No permitiré injusticias ni juego sucio, pero, si se pilla a alguien practicando la corrupción sin que yo reciba una comisión, lo pondremos contra la pared... ¡Y daremos la orden de disparar! (Sopa de Ganso)
La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después un remedio equivocado.
¡Cavar trincheras! ¡Con nuestros hombres cayendo como moscas! No tenemos tiempo para cavar trincheras. Las tendremos que comprar prefabricadas. (Sopa de Ganso)
"Chico: Un coche y un chófer cuestan demasiado. He vendido mi coche. Groucho: ¡Qué tontería! En su lugar, yo hubiera vendido el chófer y me hubiera quedado con el coche. Chico: No puede ser. Necesito el chófer para que me lleve al trabajo por la mañana. Groucho: Pero, ¿cómo va a llevarle si no tiene coche?. Chico: No necesita llevarme. No tengo trabajo."
Bebo para hacer interesantes a las demás personas.
Recordad que estamos luchando por el honor de esa mujer, lo que probablemente es más de lo que ella hizo nunca por sí misma.
Oiga mozo, ¿y no sería más fácil que en lugar de intentar meter mi baúl en el camarote, metiera mi camarote dentro del baúl? (Una Noche en la Ópera)
¿Servicio de habitaciones? Mándeme una habitación más grande.
Perdonen que no me levante. (Epitafio de Groucho) 
La dieta del cardiólogo: Si parece rico, escúpalo.
Doctor al paciente: le tengo noticias buenas y malas: usted no es un hipocondríaco.

Tres hombres mayores están en el doctor para un test de memoria. El doctor le dice al primer hombre, "¿cuánto es tres veces tres?"
"274" - contesta. El doctor le dice al segundo hombre: "es su turno. ¿Cuánto es tres veces tres?". "Martes", - contesta el segundo hombre. El doctor le dice al tercer hombre: "Bien, es su turno, ¿cuánto es tres veces tres?".
"Nueve" - dicen el tercer hombre. "Eso es grandioso", dice al doctor. "¿Cómo lo consiguió?"
"Simple," dice el tercer hombre. "Resté 274 de martes".
/ Un hombre de Santa Cruz dejó las calles llenas de nieve de Río Gallegos para unas vacaciones en Florianópolis. Su esposa estaba en un viaje comercial y planeaba encontrárselo al día siguiente allí. Cuando llegó a su hotel, él decidió enviarle un e-mail a su esposa. Incapaz de encontrar el trozo de papel en que había escrito su dirección de e-mail, lo tecleó de memoria. Desgraciadamente, se olvidó de una letra, y su nota se dirigió en cambio a la esposa de un pastor evangelista cuyo marido había fallecido el día anterior. Cuando la viuda afligida verificó su e-mail, dio una mirada al monitor, pegó un grito, y cayó al suelo desmayada. Al sentir el ruido, su familia se acercó al cuarto y vio esta nota en la pantalla:

Mi muy querida esposa,
Recién me registré. Todo preparado para tu llegada mañana.
P.D. Te aseguro que hace calor aquí.






sábado, 30 de julio de 2011

Textos de Julio Cortázar

Cuento sin moraleja


    Un hombre vendía gritos y palabras, y le iba bien, aunque encontraba mucha gente que discutía los precios y solicitaba descuentos. El hombre accedía casi siempre, y así pudo vender muchos gritos de vendedores callejeros, algunos suspiros que le compraban señoras rentistas, y palabras para consignas, eslóganes, membretes y falsas ocurrencias.

    Por fin el hombre supo que había llegado la hora y pidió audiencia al tiranuelo del país, que se parecía a todos sus colegas y lo recibió rodeado de generales, secretarios y tazas de café. -Vengo a venderle sus últimas palabras -dijo el hombre-. Son muy importantes porque a usted nunca le van a salir bien en el momento, y en cambio le conviene decirlas en el duro trance para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. -Traducí lo que dice- mando el tiranuelo a su interprete. -Habla en argentino, Excelencia. -¿En argentino? ¿Y por qué no entiendo nada? -Usted ha entendido muy bien -dijo el hombre-. Repito que vengo a venderle sus últimas palabras.

    El tiranuelo se puso en pie como es de práctica en estas circunstancias, y reprimiendo un temblor, mandó que arrestaran al hombre y lo metieran en los calabozos especiales que siempre existen en esos ambientes gubernativos. -Es lástima- dijo el hombre mientras se lo llevaban-. En realidad usted querrá decir sus últimas palabras cuando llegue el momento, y necesitará decirlas para configurar fácilmente un destino histórico retrospectivo. Lo que yo iba a venderle es lo que usted querrá decir, de modo que no hay engaño. Pero como no acepta el negocio, como no va a aprender por adelantado esas palabras, cuando llegue el momento en que quieran brotas por primera vez y naturalmente, usted no podrá decirlas. -¿Por qué no podré decirlas, si son las que he de querer decir? -pregunto el tiranuelo ya frente a otra taza de café. -Porque el miedo no lo dejará -dijo tristemente el hombre-. Como estará con una soga al cuello, en camisa y temblando de frío, los dientes se le entrechocaran y no podrá articular palabra. El verdugo y los asistentes, entre los cuales habrá alguno de estos señores, esperarán por decoro un par de minutos, pero cuando de su boca brote solamente un gemido entrecortado por hipos y súplicas de perdón (porque eso si lo articulará sin esfuerzo) se impacientarán y lo ahorcarán.

    Muy indignados, los asistentes y en especial los generales, rodearon al tiranuelo para pedirle que hiciera fusilar inmediatamente al hombre. Pero el tiranuelo, que estaba-pálido-como-la-muerte, los echó a empellones y se encerró con el hombre, para comprar sus últimas palabras.

    Entretanto, los generales y secretarios, humilladísimos por el trato recibido, prepararon un levantamiento y a la mañana siguiente prendieron al tiranuelo mientras comía uvas en su glorieta preferida. Para que no pudiera decir sus últimas palabras lo mataron en el acto pegándole un tiro. Después se pusieron a buscar al hombre, que había desaparecido de la casa de gobierno, y no tardaron en encontrarlo, pues se paseaba por el mercado vendiendo pregones a los saltimbanquis. Metiéndolo en un coche celular, lo llevaron a la fortaleza, y lo torturaron para que revelase cuales hubieran podido ser las últimas palabras del tiranuelo. Como no pudieron arrancarle la confesión, lo mataron a puntapiés.

    Los vendedores callejeros que le habían comprado gritos siguieron gritándolos en las esquinas, y uno de esos gritos sirvió más adelante como santo y seña de la contrarrevolución que acabó con los generales y los secretarios. Algunos, antes de morir, pensaron confusamente que todo aquello había sido una torpe cadena de confusiones y que las palabras y los gritos eran cosa que en rigor pueden venderse pero no comprarse, aunque parezca absurdo.

    Y se fueron pudriendo todos, el tiranuelo, el hombre y los generales y secretarios, pero los gritos resonaban de cuando en cuando en las esquinas.


Amor 77
 
 Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman,
se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.


Aplastamiento de las gotas


    Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
 
    Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós. 


Instrucciones para llorar


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente. Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca. Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.
FIN



jueves, 28 de julio de 2011

Mujeres que corren con los lobos I

 Texto tomado del exquisito libro de Clarissa Pinkola Estés, Analista Junguiana, nacida el 27/1/1945, con doctorado en estudios interculturales y psicología clínica. Encontrar el libro no fué tarea fácil, estaba agotado en todas las librerías y no me daban muchas esperanzas de poder conseguirlo, pero por alguna razón estaba encaprichada con él  y cada vez que entraba a revolver libros preguntaba por las dudas si lo tenían, así fue como en la librería menos pensada, la más pequeña y con aspecto de "próximamente cerrado por derribo" lo conseguí. Por desgracia recién he podido comenzar a leerlo pero ya estoy enamorándome de él, asi que no tengo mucho para opinar, a medida que vaya leyendo iré compartiendo aquellos fragmentos que me parezcan interesantes y veré si vale la pena o no continuarlo. Si ya lo leyeron pueden contarme qué les pareció y si no anímense y lo leemos juntos. Comienza mi viaje por el mundo de la "mujer salvaje".

 

 


Mujeres que corren con los lobos

La diferencia entre vivir desde el alma y vivir sólo desde el ego radica en tres cosas: la habilidad de percibir y aprender nuevas maneras, la tenacidad de atravesar senderos turbulentos y la paciencia de aprender el amor profundo con el tiempo.
Sería un error pensar que se necesita ser un héroe endurecido para lograrlo. No es así. Se necesita un corazón que esté dispuesto a morir y nacer y morir y nacer una y otra vez.
Ser nosotros mismos nos causa ser exilados por muchos otros. Sin embargo, cumplir con lo que otros quieren nos causa exilarnos de nosotros mismos.
Independientemente de las afiliaciones o influencias colectivas, nuestro reto a favor del alma salvaje y de nuestro espíritu creativo es no fusionarnos con colectividad alguna, sino distinguirnos de quienes nos rodean, construyendo puentes para regresar a ellos según elijamos.
No podemos controlar quién nos trae al mundo. No podemos influir en la fluidez con que nos educan. No podemos obligar a la cultura a volverse instantáneamente hospitalaria. Pero las buenas noticias son que, aún después de ser heridos, aún en un estado feral, aún incluso en un estado hasta el momento de captura, podemos recuperar nuestras vidas.
Si permanecemos sólo como sobrevivientes sin avanzar hacia el florecimiento, nos limitamos y cortamos la energía hacia nosotros y nuestro poder en el mundo a menos de la mitad. Uno puede sentirse tan orgulloso de ser sobreviviente que se convierte en un peligro para cualquier desarrollo creativo posterior. A veces las personas temen avanzar más allá del status de sobreviviente, por ser exactamente eso —un status, una marca de distinción, un logro de "¡Maldita sea! ¡Apuesta lo que quieras! ¡Más vale que lo creas!"
Una vez que la amenaza ha pasado, existe una trampa potencial en usar nombres asumidos durante la época más terrible de nuestras vidas. Crea una postura mental que es potencialmente limitante.
Ser fuerte no significa hacer brotar músculos y flexión. Significa encontrarse con lo luminoso de uno sin huir, viviendo activamente con la naturaleza salvaje de una manera propia. Significa ser capaz de aprender, ser capaz de sostener lo que sabemos. Significa sostenerse y vivir.
Quienes no encuentran deleite en aprender, quienes no pueden sentirse atraídos por nuevas ideas o experiencias, no podrán desarrollarse más allá del punto en el camino donde descansan ahora. Si hay una sola fuerza que alimente la raíz del dolor, es el rehusarse a aprender más allá del momento presente.
En nuestra vida, aún cuando un episodio resulte en una caída fuerte o una quemadura seria, siempre hay otro episodio esperándonos, y luego otro. Siempre hay más oportunidades de hacerlo bien, de labrar nuestra vida del modo en que merecemos tenerla. No pierdas tu tiempo odiando un fracaso. El fracaso es mejor maestro que el éxito. Escucha, aprende, sigue adelante.
La mejor tierra para sembrar y hacer crecer algo nuevo otra vez está en el fondo. En ese sentido, tocar fondo, aunque extremadamente doloroso, es también el terreno de siembra.
Se nos ha enseñado que a la muerte siempre le sigue más muerte. Simplemente no es así. La muerte siempre está en proceso de incubar nueva vida, aún cuando nuestra existencia haya sido cortada hasta los huesos.
Para la mayoría de las mujeres, dejar morir no va en contra de su naturaleza, tan sólo en contra de su entrenamiento.
Como en el sueño, la naturaleza de Vida/Muerte/Vida en su forma más salvaje es tan simple como una graciosa exhalación (final) e inhalación (principio). La única confianza requerida es saber que cuando hay un final habrá otro comienzo.
Si vivimos como respiramos, tomando y soltando, no podremos equivocarnos.
Para poder ver la dirección correcta, debemos ser capaces de ver las equivocadas.
Adicción es cualquier cosa que reduce la vida mientras la hace "parecer" mejor.
Por lo general cada miedo tiene tres partes: una parte es un residuo del pasado (siendo esto a menudo una fuente de vergüenza), otra parte es una carencia de certidumbre en el presente, y otra parte es miedo a un resultado deficiente o a consecuencias negativas en el futuro.
Hay muy pocas cosas correctas/incorrectas o buenas/malas en este mundo. Existe, sin embargo, lo útil y lo no útil. También hay cosas que a veces son destructivas, así como cosas productivas.
Es peor quedarse donde uno no pertenece en absoluto, que vagar perdido por un tiempo y buscar el parentesco psíquico y espiritual que uno requiere. Nunca es un error buscar lo que uno requiere. Nunca.
Cuando estás conectado con el yo instintivo, siempre tienes por lo menos cuatro opciones: las dos opuestas, la opción de en medio, y "contemplándolo mejor..."
¿Con qué alimenta uno a la intuición para que esté consistentemente nutrida y que responda a nuestras peticiones de escudriñar el ambiente? Uno la alimenta de vida —uno la alimenta de vida mediante escucharla.
Aunque el exilio no es algo que se desee por diversión, hay una ganancia inesperada en él: son muchos los regalos del exilio. Saca la debilidad a golpes, hace desaparecer los plañidos, habilita la percepción interna aguda, acrecienta la intuición, otorga el poder de la observación penetrante y una perspectiva que "el de adentro" nunca podría lograr.
Uno de los asuntos menos discutidos de la individuación es que conforme arrojas luz en la oscuridad de tu psique tan intensamente como puedas, las sombras, donde no hay luz, se vuelven aún más oscuras. Así, al iluminar una parte de la psique, resulta una oscuridad más profunda con la cual luchar. Esta oscuridad no debe ignorarse. La clave, las preguntas, no pueden esconderse ni olvidarse. Deben ser postuladas. Deben ser respondidas.
¿Puede un aspecto negativo de la psique ser reducido a cenizas con ser observado y observado? Sí, en efecto. Mantener el asunto en constante conciencia puede causar que se deshidrate.
...tomar un poquito de aquí y ponerlo allá. La transformación no es más complicada que eso.
Estar ligado a nuestra intuición promueve una dependencia confiable en ella, sin importar lo que suceda. Cambia la actitud guía de la mujer, de "lo que será, será" a "déjame ver todo lo que hay que ver".
La naturaleza instintiva tiene la milagrosa habilidad de sobrevivir a todo beneficio positivo, a toda consecuencia negativa, manteniendo con todo una relación con el yo y con otro.
Para amar el placer se requiere de muy poco. Para amar verdaderamente se requiere de un héroe que pueda manejar su propio miedo.
Con miedo o no, es un acto del más profundo amor permitirse a uno mismo ser movido por el alma salvaje de otro. En un mundo donde los humanos tienen tanto miedo a "perder", hay demasiados muros que nos protegen de disolvernos en lo numinoso de otra alma humana.
Muchas veces he escuchado a un hombre decir que tiene una "buena mujer" enamorada de él y él de ella, pero que simplemente no puede "soltarse" lo suficiente para ver lo que realmente siente por ella. El punto crítico para tal persona es cuando se permite a sí mismo amar "aún cuando"... Aún cuando tenga punzadas, aún cuando se sienta nervioso, aún cuando haya sido herido antes, aún cuando sienta miedo a lo desconocido.
A veces no hay palabras para alentar la valentía. A veces debes simplemente saltar. En algún punto de la vida de un hombre debe haber un momento en el que confíe que el amor lo conduzca, un momento en el que sienta más miedo a quedar atrapado en algún lecho seco de río en la psique, que estar afuera en un territorio exuberante pero inexplorado. Cuando una vida es demasiado controlada, cada vez habrá menos vida que controlar.