lunes, 18 de mayo de 2015

La lectura es Libertad...


Hombres sin Mujeres

   Aunque aún tengo un pilón de libros que se van acumulando pendientes para empezar a leer, es inevitable, y de seguro a más de uno le pasará lo mismo, seguir tentados a comprar más, y es que me han recomendado mucho este libro y mi vicio es más fuerte que yo. En este caso estoy tentada de seguir el consejo de varios y comenzar a leer a Haruki Murakami, cuyo libro "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" aún lo tengo por la mitad, aún así comenzaré con su libro "Hombres sin mujeres" del cual he recibido buenas críticas, pero como todo, prefiero basarme en mi propia experiencia antes de opinar, así que se viene un nuevo libro al piloncito junto a mi cama.




Valoraba que fuesen despiertas, inteligentes y que tuviesen sentido del humor. Las mujeres de conversación pobre, o las que carecieran de opinión, por muy extraordinario que fuese su aspecto físico, lo desazonaban profundamente. Ninguna técnica quirúrgica podía mejorar la capacidad intelectual. Disfrutar de una conversación durante una comida con una mujer encantadora e inteligente, entablar una animada charla mientras se acariciaban metidos en la cama…Tokai atesoraba esos momentos como lo más preciado de la vida
—  Hombres sin mujeres - Haruki Murakami


sábado, 14 de marzo de 2015

Te deseo


" Te deseo ".

Te deseo primero que ames,
y que amando, también seas amado.
Y que, de no ser así, seas breve en olvidar
y que después de olvidar, no guardes rencores.
Deseo, pues, que no sea así, pero que sí es,
sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos,
y que, incluso malos e inconsecuentes
sean valientes y fieles, y que por lo menos
haya uno en quien confiar sin dudar
Y porque la vida es así,
te deseo también que tengas enemigos.
Ni muchos ni pocos, en la medida exacta,
para que, algunas veces, te cuestiones
tus propias certezas. Y que entre ellos,
haya por lo menos uno que sea justo,
para que no te sientas demasiado seguro
Te deseo además que seas útil,
más no insustituible.
Y que en los momentos malos,
cuando no quede más nada,
esa utilidad sea suficiente
para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante,
no con los que se equivocan poco,
porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente,
y que haciendo buen uso de esa tolerancia,
sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no
madures demasiado de prisa,
y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer,
y que siendo viejo no te dediques al desespero.
Porque cada edad tiene su placer
y su dolor y es necesario dejar
que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que seas triste.
No todo el año, sino apenas un día.
Pero que en ese día descubras
que la risa diaria es buena, que la risa
habitual es sosa y la risa constante es malsana.
Te deseo que descubras,
con urgencia máxima, por encima
y a pesar de todo, que existen,
y que te rodean, seres oprimidos,
tratados con injusticia y personas infelices.
Te deseo que acaricies un perro,
alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero
erguir triunfante su canto matinal,
porque de esta manera,
sentirás bien por nada.
Deseo también que plantes una semilla,
por más minúscula que sea, y la
acompañes en su crecimiento,
para que descubras de cuantas vidas
está hecho un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero,
porque es necesario ser práctico,
Y que por lo menos una vez
por año pongas algo de ese dinero
frente a ti y digas: "Esto es mío".
sólo para que quede claro
quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno
de tus afectos muera, pero que si
muere alguno, puedas llorar
sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que, siendo hombre,
tengas una buena mujer, y que siendo
mujer, tengas un buen hombre,
mañana y al día siguiente, y que cuando
estén exhaustos y sonrientes,
hablen sobre amor para recomenzar.
Si todas estas cosas llegaran a pasar,
no tengo más nada que desearte


Este poema fue escrito en el siglo XIX,por Víctor Hugo.


viernes, 13 de marzo de 2015

El lobo estepario


     La idea equivocada y funesta de que el hombre sea una unidad permanente, le es a usted conocida. También sabe que el hombre consta de diversas almas, de muchísimos ‘yos’. Descomponer en estas numerosas figuras la aparente unidad de la persona se tiene por locura, la ciencia ha inventado para ello el nombre de esquizofrenia. La ciencia tiene en esto razón en cuanto es natural que ninguna multiplicidad puede dominarse sin dirección, sin un cierto orden y agrupamiento. En cambio, no tiene razón en creer que sólo es posible un orden único, férreo y para toda la vida, de los muchos ‘sub yos’.
     Este error de la ciencia trae no pocas consecuencias desagradables; su valor está exclusivamente en que los maestros y educadores puestos por el Estado ven su trabajo simplificado y se evitan el pensar y la experimentación. Como consecuencia de aquel error pasan muchos hombres por ‘normales’, y hasta por representar un valor social, que están irremisiblemente locos, y a la inversa, tienen a muchos por locos, que son genios.
Nosotros completamos por eso la psicología defectuosa de la ciencia con el concepto de lo que llamamos arte reconstructivo. Al que ha experimentado la descomposición de su ‘yo’, le enseñamos que los trozos pueden acoplarse siempre en el orden que se quiera, y que con ellos se logra una ilimitada diversidad del juego de la vida. Lo mismo que los poetas crean un drama con un puñado de figuras, así construimos nosotros con las figuras de nuestros ‘yos’ separados constantemente grupos nuevos, de distintos juegos y perspectivas, con situaciones eternamente renovadas. ¡Vea usted!
"El hombre no es de ningún modo un producto firme y duradero, es bien un ensayo y una transición, no es otra cosa sino el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu"el puente estrecho y peligroso entre la naturaleza y el espíritu". 

Herman Hesse – El lobo estepario (1927)


jueves, 12 de marzo de 2015

Fragmentos de: La Soledad de los Números Primos


  Los números primos sólo son exactamente divisibles por 1 y por sí mismos. Ocupan su sitio en la infinita serie de los números naturales y están, como todos los demás, emparedados entre dos números, aunque ellos más separados entre sí. Son números solitarios, sospechosos, y por eso encantaban a Mattia, que unas veces pensaba que en esa serie figuraban por error, como perlas ensartadas en un collar, y otras veces que también ellos querrían ser como los demás, números normales y corrientes, y que por alguna razón no podían. Esto último lo pensaba sobre todo por la noche, en ese estado previo al sueño en que la mente produce mil imágenes caóticas y es demasiado débil para engañarse a sí misma.
…el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlos, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde. Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos. A ella no se lo había dicho. Cuando imaginaba confiándole cosas así, la fina capa de sudor que cubría sus manos se evaporaba y durante los siguientes diez minutos era incapaz de tocar nada…
…ella sentía que el peso de aquel cuerpo conjuraba todos sus miedos; porque, aunque no lo amaba, él amaba por los dos y eso los salvaba…
…Por primera vez sintió que la inmensa distancia que los separaba era insignificante. Estaba convencida de que él seguía en el mismo sitio, donde ya le había escrito algunas veces, muchos años antes. Si se hubiera casado, ella lo habría percibido de algún modo. Porque estaban unidos por un hilo invisible, oculto entre mil cosas de poca importancia, que sólo podía existir entre dos personas como ellos: dos soledades que se reconocían.




La Soledad de los Números Primos. Paolo Giordano (Narrativa Salamandra)

martes, 6 de enero de 2015

La ridícula idea de no volver a verte


Fragmentos del libro "La ridícula idea de no volver a verte"



"La ridícula idea de no volver a verte es un texto complejo: tiene algo de biografía (o hagiografía) de Marie Curie, cuyo diario tras la muerte de su esposo sirve de inspiración para el libro; tiene mucho de confesión o exorcismo de la propia Rosa Montero, que también vio morir de forma abrupta a un ser querido (por accidente en el caso de Marie Curie, por enfermedad fulminante en el caso de la escritora); y tiene también algo, como nexo de unión, de ensayo de reflexión sobre la superación (si es que "superación" es el término adecuado) de la pérdida y el dolor."




Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha sucedido en la vida son mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos.

Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo; la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina. 

El verdadero dolor es indecible. Si puedes hablar de lo que te acongoja estás de suerte: eso significa que no es tan importante. 

Es ser un astronauta flotando a la deriva en la vastedad negra y vacía del espacio exterior. De ese tamaño de soledad estoy hablando.

la vida es tan tenaz, tan bella, tan poderosa, que incluso desde los primeros momentos de la pena te permite gozar de instantes de alegría: el deleite de una tarde hermosa, una risa, una música, la complicidad con un amigo. Se abre paso la vida con la misma terquedad con la que una plantita minúscula es capaz de rajar el suelo de hormigón para sacar la cabeza.

El verdadero dolor es una ballena demasiado grande para poder ser arponeada.

Todos necesitamos la belleza para que la vida nos sea soportable. 

Cierra los ojos durante unos segundos y no sigas leyendo. Piensa y seguro que acertarás. 

Saltaron chispas ante sus ojos, tintinearon ensordecedoras campanillas en sus orejas y las estrellas se pusieron a bailar. 

Los cuentos para niños, tan sabios, lo dicen claramente: nos pasamos la vida besando ranas convencidas de que podemos transmutarlas en apuestos príncipes. 

Ya se sabe que sufrir de mal de amores es como marearse en un barco: a la gente tu estado le parece divertido, pero tú te sientes morir. 

la infancia nos forja y lo que somos hoy hunde sus raíces en el pasado. 

el amor consiste en encontrar a alguien con quien compartir tus rarezas. 

Si consiguiera saberlo todo, absolutamente todo, sería como si no hubiera fallecido. 

La normalidad es un marco convencional que homogeneiza a los humanos, como ovejas encerradas en un aprisco; pero, si miras desde lo suficientemente cerca, todos somos distintos. 

Sería muy hermoso, aunque no me atrevo a creerlo, pasar la vida uno junto al otro, hipnotizados por nuestros sueños; 

«Hay que convertir la vida en un sueño y volver realidad los sueños.» 

«Cuanto más se envejece, más se siente que saber gozar del presente es un don precioso, comparable a un estado de gracia.» 

la memoria es traidora, débil, mentirosa. Sobre todo la memoria visual, que se desintegra como una tela podrida a poco que la uses. 

cuando se te muere alguien con quien has convivido mucho tiempo, no sólo te quedas tú tocado de manera indeleble, sino que también el mundo entero queda teñido, manchado, marcado por un mapa de lugares y costumbres que sirven de disparadero para la evocación, a menudo con resultados tan devastadores como el estallido de una bomba. 

El cerebro es así. Teje la realidad, construye el mundo. 

Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día 

Éramos los dos únicos habitantes del mundo y me parecía notar bajo los pies la pesada y chirriante rotación del planeta. 

La creatividad es justamente esto: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en belleza. 

la literatura nos hace formar parte del todo y, en el todo, el dolor individual parece que duele un poco menos. 

Narro y comparto una noche lacerante y al hacerlo arranco chispazos de luz a la negrura 

ese brillo, que parecía suspendido en la penumbra, despertó en nosotros nuevas emociones y encantamiento. 

Porque muy dentro de mí estamos todos. 
El cerebro es así. Teje la realidad, construye el mundo. 

Nuestra memoria en realidad es un invento, un cuento que vamos reescribiendo cada día 

Éramos los dos únicos habitantes del mundo y me parecía notar bajo los pies la pesada y chirriante rotación del planeta. 

La creatividad es justamente esto: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en belleza. 

la literatura nos hace formar parte del todo y, en el todo, el dolor individual parece que duele un poco menos. 

Narro y comparto una noche lacerante y al hacerlo arranco chispazos de luz a la negrura 

ese brillo, que parecía suspendido en la penumbra, despertó en nosotros nuevas emociones y encantamiento. 

Porque muy dentro de mí estamos todos. 

lunes, 5 de enero de 2015


“Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo?… Un libro tiene que ser un hacha que rompa el mar de hielo que llevamos dentro.”




Franz Kafka




Ensayo sobre la ceguera


“- ¿Por qué nos hemos quedado ciegos?
- No lo sé, quizás algún día lleguemos a saber la razón.
- ¿Quieres que te diga lo que estoy pensando?
... - Dime.
- Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos.
- Ciegos que ven
- Ciegos que viendo, no ven.”





"En una ciudad sin determinar, un hombre se queda repentinamente ciego cuando espera, al volante de su coche, que el semáforo se ponga en verde.
Ante el pánico de esta persona, un alma caritativa se ofrece a llevarla a su casa. Esta será la segunda persona que se quedará ciega de repente. Así, y a velocidad de crucero, uno a uno, todos los que entran en contacto con alguna de estas personas, se van quedando ciegas.
¿Una epidemia? Nadie sabe nada, pero el pánico se extiende y corre como la pólvora y el gobierno decide aislar a todos estos nuevos ciegos en un edificio lejos del contacto de los no contaminados.
Pero el número de ciegos va creciendo y, con ellos, los problemas. Poco a poco la epidemia se va extendiendo por todo el mundo.
Una única persona, la mujer del oftalmólogo que atendió al primer ciego, no pierde la vista. El médico se queda ciego al día siguiente de atender al paciente y es el que alerta a las autoridades sanitarias.
Cuando vienen para llevárselo al edificio de “concentración”, su mujer decide hacerse pasar por ciega para poder ir con él. A través de ella nosotros veremos todo lo que pasa y viviremos la historia en primera persona, casi como si fuéramos uno de los protagonistas. Protagonistas sin nombre (el primer ciego, el médico, la mujer del médico, la chica de las gafas, el taxista…), peculiaridad –parece ser- bastante frecuente en las novelas de Saramago.
También es muy peculiar en las novelas de Saramago, su forma de escribir, sin apenas signos de puntuación, con los diálogos casi narrado, sin diferenciarse ni destacar del resto del texto. Un poco difícil cuando no estás acostumbrado, pero luego casi no lo notas."

Personalmente, no me llevé muy bien con la película, habrá sido la excelencia del libro que creó expectativas demasiado altas para un film que nunca podría igualar el mundo creado por la brillante mente de este gran escritor. Aún así la vi y a pesar de mi pequeña desilusión, es inevitable no seguir sorprendiéndose del éxito que ha alcanzado, y sigue logrando a pesar del tiempo. Es por eso que es imposible no conmoverse un poquito con la emoción  que embarga a Saramago al terminar de ver reflejado en pantalla gigante su propia creación. 










La fábula de las dos plumas de plata

   Escribo estas palabras con una pluma de plata o, mejor dicho, que parece de plata. Mi marido me la regaló este año, el día de mi cumpleaños. Lo cierto es que lo más probable es que se trate de acero, pero no por eso deja de ser hermosa; bonita y funcional, de una marca con varios siglos de antigüedad.
   Normalmente, escribo con ordenador; sin embargo, he pasado una temporada en un marasmo de notas he ideas desechables. Al principio, tomé la pluma para ver si me era de alguna ayuda escribir a mano. Aunque se suponía que la pluma no era más que un símbolo elegante de mi oficio, debo admitir que disfruté con el acto físico de escribir otra vez, y que el resultado me satisfizo. Al utilizar la pluma, tenía la sensación de obtener provecho de una fuente de energía y de verdad que me había resultado inaccesible hasta aquel momento. Durante varios días, escribí como una loca y me encontré con que había terminado un relato en un tiempo récord.
   Presenté la obra a un concurso literario. No tardó en sonar el teléfono y una voz agradable me informó de que había ganado un premio. Asistí a la ceremonia en la que, además de una considerable cantidad de dinero, me concedieron una pluma de plata o, mejor dicho, que parece de plata. Era idéntica a la que me había regalado mi marido. Cuando llegué a casa, se la enseñé y nos reímos los dos. Nada la distinguía de la que él me había comprado.
Excepto el hecho de que la segunda pluma escribía mentiras.
   Tardé algún tiempo en descubrirlo. Como es natural, daba por hecho que no importaba cuál de las dos usara. Sin embargo, poco a poco me di cuenta de que la pluma del premio escribía con fluidez y producía siempre algo aceptable y elegante, pero falso. En cambio, la pluma de mi marido o bien escribía febril y sinceramente o no ponía una palabra sobre el papel. En cuanto lo descubrí, puse buen cuidado en separarlas; conservé conmigo la pluma regalada y guardé la del premio en su estuche, en un cajón del escritorio.
   Cuando la pluma regalada empezaba a escribir de modo incoherente, como sucedía cada vez con mayor frecuencia, sentía la tentación de confiar en la convincente pluma del premio. Daba vueltas alrededor de la mesa donde había dejado la pluma, como quien ha abandonado el tabaco pero sabe que todavía queda un paquetes de cigarrillos en el cajón. Tras un esfuerzo inmenso, al final decidí utilizar únicamente la pluma que me había regalado mi marido. A pesar de que escribía a trompicones, de la tendencia a garrapatear y de las frecuentes interrupciones, sabía que en su interior albergaba la esencia de la literatura. Aunque se tratara de ficción , escribía la verdad. Desde entonces la utilizo siempre.
¿Con qué pluma he escrito esta fábula?.



Pauline Melville.
"La migración de los espíritus"

El cielo de los leones


Yo paso tardes enteras ambicionando la luna que abre un río de luz sobre el mar frente a Cozumel, busco el modo de hacer el viaje, de coincidir con la noche de luna llena para dormirla bajo su embrujo, marco en la agenda la mañana en que saldrá el avión y, a partir de ese momento, aunque falte un mes, ya me interrumpe en las madrugadas el afán. ¿Qué es primero, la seducción o el deseo? Quizás van alternando sus hallazgos y equívocos. ¿Tras cuánto tiempo de anhelar algo, llega hasta nuestros ojos y nos rinde como una sorpresa? Ya creemos olvidado un deseo, ya no lo acoge nuestra piel, desde hace siglos que no cerca nuestra inteligencia, y vuelve un día como un milagro, justo como si irrumpiera en el primer momento en que lo deseamos. Extraña correspondencia la que existe entre los deseos y la seducción. 


Por fin llego al mar y a la puesta de sol, al pescado frito, al aire húmedo y tibio de un regazo. En la noche me tumbo a esperar que la luna vaya subiendo hasta que me duermo quién sabe a qué horas. Medio despierto a veces y la miro unos minutos, vuelvo a dormir bajo ella hasta el amanecer. Todo sale de mí, el deseo y la seducción. Yo he ido a buscarla, yo me rindo a su encanto, ella se queda impávida, y cuando vuelva a flotar sobre el agua, dentro de un mes, no extrañará mis ojos, ni mi delirio contemplándola. ¿O sí?

Si los Santos Reyes no existen, si las noches iluminadas esperándolos, si el vilo de los días previos a la clandestina llegada de nuestros padres con los regalos, si todo eso no fue producto sino del deseo de que fuera cierto, me pregunto por qué la pura fecha me seduce y me rinde a su recuerdo. Tal vez nada sea más seductor que lo que inventamos para que luego nos seduzca. ¿Deseamos una voz, la palma de unas manos, la punta de unos dedos? ¿Desde abajo hasta arriba deseamos unas piernas? ¿O es que todo eso nos sedujo mucho antes de que imagináramos el deseo? ¿Qué será?

Yo no hubiera querido un chocolate si de ellos no saliera ese olor a trópico y arrebato. Pero todo fue probarlos, ¿y qué tarde no quiero un chocolate? A cuántas pequeñas seducciones hay que negarse. Ahí está una copa de vino blanco haciéndome pensar en la risa entregada y fácil que me produce al darle dos tragos. ¿Cuándo fue que me sedujo el vino blanco? ¿Cuándo el pan, las aceitunas, el azúcar? ¿Por qué incluso el encuentro con esas seducciones tiene que controlarse?

A cada quien lo seduce un abismo distinto: yo podría ir al cine mañana y tarde todos los días, podría comer en desorden, todo lo que la edad y las razones de mi cintura quieren prohibirme, querría abrazar y abrasarme mil veces más de las que puedo. Yo me dejo caer en los recuerdos, me persuaden durante horas a la hora menos indicada.

De todos los pecados que condena la Biblia, el primero es rendirse a la seducción. Yo lo cometo a diario, no sólo para contradecir las instrucciones bíblicas, sino porque a veces cuesta vivir, y no hay como abandonarse a la seducción para encontrar, cada jornada, los mil motivos que tiene la vida para hacer que la veneremos. Todos los días nos seduce algo nuevo. El color de la tarde, la luz con que descubren el sexo los adolescentes de la casa, la inteligencia con que descifran el mundo, la falda nueva que se puso ella, la viejísima playera que volvió a ponerse él.

Cualquier mañana puede una carta convertirnos en jóvenes, cautivar nuestra índole hasta hacernos creer que la piel de los veinte años se recupera invocándola. Y ¿cómo negarse a semejante seducción? ¿Para obedecer cuál lógica? ¿Para encontrar cuál

consuelo? ¿El que se cifra en el entendimiento? Sabe uno bien que se hace de noche, crecen los adolescentes, deja de haber cartas, tenemos la piel que cruza por nuestros años. Sin embargo, qué maravilla cada momento frente a la seducción del momento. Eva estuvo para lamentarlo, nunca uno de nosotros. Nunca quienes no quieren ahogarse en este tan renombrado valle de lágrimas.

Contra cada lágrima el buen conjuro de un deseo, para cada instante en que se nos agoten los deseos, el alivio y la insensatez de una seducción. A ratos, movidos por la cordura y las leyes, tendemos a acusarnos de fáciles, de excedidos, de tontos: nunca

debí enredarme con las nubes, nunca cantar en público como bajo la regadera, nunca subir de golpe estos tres kilos, nunca irme a Venecia con la imaginación, nunca dormir en el piso ¿qué? del edificio ¿qué?, ¿en qué ciudad? Nunca creer en los hábitos de la locura. Nunca desafiar la sensata palabra de la sensatez.

No hay nunca que valga, y como decía tía Luisa, cielo hay para todos, hasta para los leones debe haber un cielo. Por eso nos atrapa la seducción. Porque, ¿qué es la bendita seducción, sino el sueño de que hay tal cosa como el cielo?



Mastretta, Ángeles
El cielo de los leones